Vericueto : Lugar o sitio áspero, alto y quebrado, por donde no se puede andar sino con dificultad.
Decir: Manifestar con palabras el pensamiento.

Bienvenidos a mi nuevo intento, el último quizás, de contar esta historia. Esto es un laboratorio de escritura, que quede claro. Publico según escribo, sin revisión ni corrección, con lo cual no es improbable que haya contradicciones o incongruencias, idas y vueltas, en fin, como en la vida.

jueves, 14 de abril de 2011

Vericueto 20: del diario de Carmela

11 de septiembre de 1980

Hacer cansa. Moverse cansa. Hablar cansa. Pensar también cansa. Divertirse cansa, y sufrir... Sufrir es lo que más cansa.

Cuando se han hecho todas esas cosas durante mucho tiempo, es natural que uno quiera intensamente descansar. Necesito revertir este estado de agotamiento. Meme dice que nada mejor que la cama cuando uno está cansado, pero ¿qué se hace con un cansancio tan fuerte que ni siquiera te deja dormir?

Si el cansancio es de la mente (por mucho estudio, por ejemplo, que es algo que me pasa todo el tiempo) uno busca el descanso en el gimnasio o en un spa de esos en que vas del sauna al jacuzzi y de ahí, al baño turco, y de nuevo al jacuzzi y después a los masajes, hasta quedar exhausta (no yo, claro, porque eso es caro y yo siempre ando sin un peso). Pero el cansancio, entonces, es distinto y moviéndose un poco, se despeja la mente, dice mi padre, que va seguido a correr por Palermo para sacarse de la cabeza, por un rato, todos los problemas que tiene, el pobre -el gran problema, en realidad-.

Pero a veces no es por una cosa concreta, sino que viene de adentro no más. Cansancio existencial, dice mi tío, al que se le da por la filosofía y a quien también hay que ayudar porque siempre está corto de plata. Es lindo escuchar a mi tío, porque habla de un modo profundo (tiene voz de locutor) y dice cosas que no se entienden bien, aunque siempre parezcan importantes. Papá dice que mezcla todo. Pero cuando el tío viene a casa y se sienta en su sillón preferido y pide un vaso de whisky y pone cara de trance para empezar a hablar, yo siento algo parecido a la alegría. Se oyen otras palabras en esta casa que, desde que mamá se enfermó, está un poco muda. Se encienden las luces del living, que ahora casi siempre están apagadas y el olor que sale del vaso de mi tío me recuerda el tiempo de las reuniones de mis padres con sus amigos. Falta el olor a cigarrillo, porque ahora no se puede fumar. Pero entre las luces, las sentencias de mi tío, la música suave que pide como fondo para sus reflexiones y el olor penetrante de la malta escocesa navegando por el aire, bueno, que es casi como antes.

Salir funciona. Yo salgo bastante con mis amigos, a bailar, al cine, a tomar una cerveza por ahí. Charlamos muchísimo, de nada en especial. Y en el momento, sirve. Pero al día siguiente, el cansancio es mortal. Por fuera y por dentro (nunca se sabe bien por dónde le camina a uno el cansancio) Entonces, me dan ganas de salir a comprarme algo que no necesite. Cuando uno se compra algo innecesario, se siente mejor. Es
como un desquite, una cortada de manga a lo que es correcto. Pero siempre está el tema bendito de que no hay plata para gastar en estupideces. Y no tiene sentido comprarse cosas útiles cuando lo que uno quiere es comprarse algo perfectamente inútil, como un par de inusables zapatos de piel azul y fucsia que no combinan con nada de lo que tengo.

(hago un alto aquí. tengo teléfono. Es Inés y ya sabemos)

Me doy cuenta ahora de cuánto deseo que todo sea como antes. Y no es posible, así que es un deseo inútil. ¿Por qué tendrá uno deseos imposibles? Uno debería desear solo lo que es posible. Y aun así, desear también cansa. Sólo que nada podemos hacer para dejar de desear. Es más fuerte que uno. Te sale sin querer. Desear debe ser lo que más cansa. Porque desear consume las energías del afectivo-volitivo y a la voluntad, dice mi tío, hay que usarla para alcanzar cosas posibles. 
Es raro que yo esté diciendo esto ahora, cuando no he hecho otra cosa, en los últimos meses más que desear intensamente que Marcelo me dé algo de bola (recuerdo que no debo hablar así, según Meme). Y no sé si eso es desear algo posible o algo imposible tampoco.... Pero sí sé que mucha más voluntad me consume el deseo de que mamá se cure.

Es agotador también desear con tanta fuerza, pero la esperanza es lo que nos hace seguir. El deseo es una especie de esperanza. Me pregunto si es lo mismo desear algo que querer algo. 
No lo tengo claro.

Mi tío, sin embargo, dice que justamente desear es lo que nos hace sufrir, que los budistas sostienen que hay que anular el deseo, que con eso se arregla todo. Pero digo yo (no se lo digo a él, porque a él nada puede decírsele cuando está hablando), si para anular el deseo se necesita también un enorme esfuerzo de la voluntad, un deseo de no tener más deseo, el asunto es una trampa, porque te agota igual.     

Lo que quiero-deseo yo ahora es que el almanaque de la cocina sea el de diez años atrás. Quiero que me reten por comerme las uñas, que me obliguen a comerme todas las lentejas, que papá me compre el Billiken los sábados.

Yo ignoraba antes que ese antes fuera tan bueno. Tal vez sea que solo recuerdo las cosas lindas. Es hábil la memoria para escondernos lo malo. Pero descubro que, al menos para mí, el deseo hoy no es un impulso que me lleve hacia adelante. El deseo es igual a la nostalgia. Es el pasado o la idea que tengo del pasado, lo que me mantiene."

Carmela sonrió para adentro para distraer el asombro y puso el cuaderno en la caja de cosas que no iba a tirar a la basura. 

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