Vericueto : Lugar o sitio áspero, alto y quebrado, por donde no se puede andar sino con dificultad.
Decir: Manifestar con palabras el pensamiento.

Bienvenidos a mi nuevo intento, el último quizás, de contar esta historia. Esto es un laboratorio de escritura, que quede claro. Publico según escribo, sin revisión ni corrección, con lo cual no es improbable que haya contradicciones o incongruencias, idas y vueltas, en fin, como en la vida.

miércoles, 16 de junio de 2010

Vericueto 13: vuelta a la historia de Carmela


Mamá se enojó conmigo en Londres porque no la dejaba comprar nada según ella, y yo ya nos veía pagando una fortuna de sobrepeso en el viaje de vuelta. No es que ella fuera muy gastadora, sino que ya empezaba a revelarse en mí esta relación difícil con el dinero que no comprendo todavía. Ahora que vivo en París, una tentación de boutiques para cualquiera, sigo siendo estúpidamente reacia a comprar cualquier cosa que no sea comida. Tengo con la comida una especie de tara de postguerra. Las alacenas y la nevera deben estar siempre bien surtidas. Toda otra inversión, por mínima que sea, me produce una sensación absurda de culpa.

La relación con Roberto acabó el mismo día en que regresaron a Buenos Aires. En realidad, él tampoco la había extrañado mucho. Solo se habían enviado un par de cartas con variada información, un beso grande y ningún te quiero. Fue casi un alivio para Carmela que esa primera noche, él le diera de inmediato pie para tratar la cuestión de que se llevaban bien, pero algo demasiado esencial les faltaba. Estuvieron en un todo de acuerdo, decidieron acabar limpiamente el asunto y terminaron la velada tomándose un Nesquik con masitas en la cocina. Carmela lo despidió sin darle la bufanda inglesa que le había traído de regalo, hasta pronto y buena suerte, y se fue a dormir, con el alma cargada de la depresión post-viaje para consolarse con la reserva de una fantasía loca que guardaba desde la última semana en España.

Porque cuando terminó el periplo de Polvani, en Madrid, despidieron a Lourdes en el aeropuerto  con todos los demás del grupo que regresaban a Buenos Aires. Y ellas dos se quedaron. Carmela estaba tan fascinada con todo lo que había visto que desde hacía quince días, le insistía a Beba para que no se volvieran sin conocer Andalucía y visitar a los familiares de Vigo, dos destinos que no  habían estado incluidos en la excursión y que era una verdadera pena no hacer, ya que estarían en España. Beba extrañaba ya tanto a su marido y su hijo, que lloriqueaba por los rincones, pero imposible resistirse a la elocuencia y poder de convencimiento de Carmela. Un llamado telefónico a Buenos Aires suavizó algo la nostalgia de Beba y en Niza, recibieron el cable habilitador de parte del padre con el envío de dos mil dólares extra a cobrar en el Banco Central de Madrid, cuando llegaran a España, final del viaje.

Es un cuento de hadas hecho realidad, de acuerdo, pero eso es una verdadera lástima, porque magia y realidad no se llevan, Carmela. Te lo he dicho infinidad de veces. No por nada los cuentos terminan en el amor feliz y nada cuentan de lo que viene después, cuando el príncipe arrancado al anfíbico hechizo, se reconvierte en algo peor que el simpático sapo, en un señor barrigón que ronca, tiene un humor de los mil demonios cada mañana y tiene el pésimo gusto de encamarse con una colega del estudio. Todas sabemos eso porque la verdad es que ninguna es tampoco la princesa bellísima y suave del cuento por más que un tiempo breve. Los cuentos de hadas tienen forzosamente que permanecer fuera de la realidad so pena de perder eficacia. 


Le doy lugar a la hipótesis de que la realidad no es unívoca. Postulemos que hay varios estratos de realidades que conviven en paralelo y que, por quién sabe qué mecanismo se manifiesta a veces en esto que llamamos la vida real. Admitamos que lo que llamamos magia no es sino una realidad diferente que aparece de golpe, como la visión de otro plano que se inmiscuye en nuestro mundo palpable para desordenarnos de repente el asunto de vivir. Como si se abriera una puerta cortazariana a otra dimensión, puede ser también alguna de las de las de Alicia, una puerta que no sabíamos estaba dentro de la casa que habitamos y decimos conocer tanto que podríamos caminarla con los ojos cerrados. 
Bien, que es posible, solo posible y no probable, que eso que llamamos intuición o pálpito en contraposición a lo que es logizable o razonado, no sea más que la percepción repentina de algo que se desarrolla en otro plano. Sé que esto es traducible en lenguaje matemático, desde luego, pero a mí nunca se me dio bien la física y mucho menos las matemáticas. En cuestión de multiuniverso o teorías de cuerdas y supercuerdas, estoy frita. 

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