Vericueto : Lugar o sitio áspero, alto y quebrado, por donde no se puede andar sino con dificultad.
Decir: Manifestar con palabras el pensamiento.

Bienvenidos a mi nuevo intento, el último quizás, de contar esta historia. Esto es un laboratorio de escritura, que quede claro. Publico según escribo, sin revisión ni corrección, con lo cual no es improbable que haya contradicciones o incongruencias, idas y vueltas, en fin, como en la vida.

miércoles, 11 de abril de 2012

Un desvarío para el arranque

Yo era muy buena en esto del decir. Me preparé para eso y sé que lo era y posiblemente, aun lo sea. Pero ya no tengo ganas de intentarlo otra vez. Me había preparado con tanto celo que creía que el resultado me catapultaría a un lugar de privilegio por el solo hecho de dar a luz la mariposa. Nada demasiado importante sucedió, pero lo cierto es que después, ya no tuve voluntad de insistir. 
Miro hacia atrás y busco ese acto que justifica una existencia. Nada de especial encuentro. Soy tremendamente vulgar, poco hice con mis talentos y me hostigan los mandatos recibidos.

Ahora estoy aquí y garabateo palabras, como siempre hice... que ninguna otra cosa sé hacer que ésa.
El cielo está furiosamente azul esta mañana y es una delicia verlo a través de esta ventana que no es mía, pero que es como si lo fuera.

Voy a contarles cómo me fui deshaciendo de todo a lo largo de una vida de montañas rusas en que el único cometido, parece, era subir para después caer, cada vez con menos resistencia al vacío, casi disfrutando últimamente, de las caídas, casi buscándolas, paradójicamente, como corolario necesario al esfuerzo de haber llegado a alguna cúspide. Caer es como largar el aire acumulado en los pulmones luego de aspirar con fuerza. Alivia, desinfla y libera.

Una vez, alguien me dijo que para mí todas las cosas eran demasiado fáciles, que había sido tocada con una varita mágica y que solo por eso vendía palabras bonitas y entusiastas a quien quisiera comprarlas. Protesté que no era así, que mi vida había sido como cualquier otra, llena de acontecimientos banales y con solo algunos más importantes quizás, más medulares, que me modificaron en serio. Y enseguida supe que mentía. No creo que nadie cambie por lo que le sucede.

Esta vida es un verdadero misterio en su sentido y aun así, no nos queda sino vivirla y ganarle al tiempo, emprendiendo siempre alguna cosa, urdiendo estratagemas para permanecer, para demorar toda vejez y toda muerte (dijo eso porque no hay una única vejez y una única muerte para demorar en la vida, me parece)

Saco sustancia para decir de las cosas que vivo, pero cuando las relato dejan de ser mías para pasar a una pura ficción. Vivo y me cuento lo que vivo para inventarme la historia. Así que no me crean a pie juntillas, porque estaré fabulando hasta los hechos que son ciertos.

Cuando escribí mi primera novela, que tantas satisfacciones inesperadas supo darme, inventé esa trama y apenas si la condimenté con alguna experiencia personal, diluida en el tejido de mi invento. Sin embargo, quien la leyó, la pensó netamente autobiográfica y durante un tiempo me di cuenta que generaba decepción que yo dijera que nada de eso me había ocurrido en realidad.  Y enseguida explicaba que todo eso que se contaba allí sí le había sucedido a la que lo narraba pero no a mí. Y como no tenía ganas de dar clases de literatura, me quedaba en eso como si fuera un acertijo... pero no convencía. Entonces, empecé a decir que sí, que era una historia propia. Es curioso cuánto le gustan a las personas los testimonios de vida. Es como si solo la verdad de otros pudiera alimentar nuestra fantasía.

Como soy una profesional de las letras, sé que a esta altura de este preciso texto, tendría que intercalar alguna ligereza, algún dato que refrescara la mente de mi lector. Decir por ejemplo que en la radio suena la voz grave de Juliette Greco y que el café que me serví se enfría intocado sobre mi mesa de trabajo. Hay que darle entorno a las reflexiones, humanizar lo que uno dice, que el lector pueda ver lo que pasa más allá de tu historia mientras la desgranas. Pero me cuesta terriblemente la ligereza. Quiero siempre explicarlo todo, a sabiendas de que eso aburre, aburre, aburre. Nadie quiere saber nada de las explicaciones de nadie. Nadie quiere perderse en los laberintos de otra mente. Queremos hechos, cosas en las que reconocernos. Solo vivimos para reconocernos en la vida y las palabras de otros, Nos buscamos todo el tiempo y cada cosa que hacemos, desde que nos dan un nombre y un rostro es dejarnos llamar y mirarnos al espejo para afirmarnos en nuestro ser frágil, huidizo, misterioso.

Nos añadimos pesos múltiples, compromisos, apuestas, riesgos que suman experiencias. Nos esforzamos en existir todo el tiempo, batallando nuestra individualidad todo el tiempo. Nos enamoramos, tenemos hijos, estudiamos una carrera, desarrollamos un trabajo, compramos un auto, una casa, un aparador, un vestido nuevo, un teléfono móvil... y tantas cosas que compramos y les ponemos nuestro nombre, como a las etiquetas de los cuadernos escolares, para que todo el mundo sepa que nos pertenecen y no se confundan, y no nos confundan.

Así que, por si alguna duda queda, etiqueto este texto y digo que lo escribe Carmela y es lo que a ella le pasa por la mente esta mañana de cielo azul, en la que sería mucho más agradable darse una vuelta por el Bois de Boulogne, que la suerte o el destino o su implacable voluntad de vivir hizo que quedara a doscientos metros de su casa que no es suya, pero que es como si lo fuera.


1 comentario:

MÁRIA,TU ALUMNA dijo...

mer: divino, me sentia sentada a tu lado, hablando de todas estas cosas tan humanas.
Ni me aburrio, ni corrí por los renglones para ver como terminaba. Mi lectura fue lenta, disfrutando cada letra, como si fuera un regalo para mi. Te quiero mucho y me haces mucho bien. Disfruta esos dias azules de Paris que tanto extraño. Por aca todo bien. Ya te escribiré un besote Mária